domingo, 10 de enero de 2016

JORGE CARVAJAL

JORGE CARVAJAL La primera clave del sanador, quien es un servidor, es atender, “to care”: cuidar. Atender y cuidar son exactamente lo mismo. Cuando yo te atiendo, te cuido, te abrazo, restauro tu ritual de desarrollo. Entonces soy el padre y la madre, el confesor, el amigo que tú necesitas. Te completo, me completas, nos completamos, en un proceso de intercambio sutil que nos hace más íntegros a los dos. En el instante mágico de la atención profunda, arde el fuego del amor al interior del templo del cuerpo. Se inicia la relación cuando nos prestamos atención, porque te presto el instrumento de mi cuerpo para que tú lo toques con tu voz y entre los dos produzcamos la música de la relación. Entonces, la intención terapéutica se carga con el potencial sanador del amor. Intención es fuerza magnética, móvil, amor en movimiento interior. Es la fuerza del motivo que mueve la relación terapéutica. En este proceso, lo primero es la atención. Se eliminan las tensiones (a-tensión), las expectativas y las programaciones que nos sacan del presente. La atención al otro nos lleva, por el olvido de nosotros, a experimentar la ausencia de resistencia, de tensión y de turbulencia interior. Cuando escuchamos de veras al otro, lo hacemos desde nuestro silencio, esa pausa interna en la que nuestra conciencia recibe la impresión de su necesidad. Es la impresión de una imagen total, que se convierte luego en una imagen terapéutica. En la atención, centramos la conciencia. Con la intención le damos una dirección terapéutica. La primera, la atención, es un movimiento del amor pues atender es cuidar, servir, amar, morir al universo externo para renacer en un universo interior. La segunda, la intención, es un movimiento de la voluntad, que primitivamente es deseo y, en fases avanzadas, es buena voluntad y voluntad de bien. Con ella se da dirección, sentido y propósito a la corriente del amor. Cuando ambos, voluntad y amor, se unen a la inteligencia de una correcta relación, surge la comprensión. Y la comprensión es terapéutica pues es un amor con discernimiento, una capacidad de reconocer y dar respuesta a la necesidad del paciente. La comprensión amorosa es el mejor de los medicamentos. Así nos conocemos, nos reconocemos, resonamos e intercambiamos conciencia en un contexto de reciprocidad. No nos conocemos sólo por la voz, o por la mirada, sino por un proceso de integración que sucede en el orden implícito, tan real como invisible, en el que es posible experimentar la unidad. Así conocemos detrás del lenguaje de los síntomas un sentido o significado, a la luz de la unidad. Ya el paciente no es un hígado o un corazón o una retina: Es un paisaje humano total, con sus claroscuros. En un código de lectura espiritual, nos reconocemos “desde adentro”, en pasado, en presente, en futuro, totales y sincrónicos. Como somos. Más allá de las máscaras, más allá del dolor, se revela la luz y el amor que se oculta en el símbolo del cuerpo. De ese conocimiento interior, una impresión profunda del alma, nace la sabiduría que enciende la capacidad de responder a la necesidad. Y servir es responder a la necesidad, poner el amor en movimiento, restaurar ese orden en que cada cosa puede ocupar el lugar que le corresponde. Servir es el móvil que mueve todos los motivos, un anhelo genuino del alma que da al fuego de la relación su luz y su calor sanador. Del más puro motivo del corazón surge la in-tensión, una tensión interior creativa que canaliza y da dirección a la energía depositada en la atención. Atender es eliminar el ruido insustancial de la mente concreta, anclada a la inercia del automatismo y la memoria, para introducirse en el universo interior de la intención. En ese espacio sagrado de los más genuinos y puros motivos del corazón, tiene sus raíces el poder de sanar.

SANADORES ESPIRITUALES !!

SANADORES ESPIRITUALES: AGENTES DEL ALTÍSIMO Los mejores sanadores son discretos en su trabajo. Ellos sellaron el ego y dejan al corazón fluir en sereno amor. El tacto de sus manos es cálido y generoso. Tienen manos de Luz! En la parte superior de su cabeza se derrama la Sabiduría Celestial...Y al mismo tiempo, la vitalidad de la tierra besa sus pies. Mientras tanto, los pétalos de loto de sus corazones se abren y se convierten en templos vivos de la Luz sanadora! Son tranquilos y conscientes de su tarea. Saben que es la luz del amor la que sana, no ellos. Están naturalmente satisfechos, los seres divinos velan por ellos. Son la paz perenne! No tienen posturas arrogantes, son simples y alegres. Son muy agradecidos al Gran Espíritu, al Gran Sanador. Transitan la existencia sin juzgar a nadie... son la serena luz! Son sanadores, de los demás y de ellos mismos. Transitan su camino sin deshonrar la ruta de los demás. No hacen daño a nadie, porque son felices. Sus actos son lúcidos! Oh, estos curadores, hermosos y tranquilos, navegan en la luz! Son estrellas encarnadas, actuando en nombre del Altísimo... A menudo, en silencio, ellos abrazan a la humanidad! No esperan nada, sólo abrazan el alma del mundo. Ellos se manifiestan en todas partes, y columnas de luz iluminan sus senderos... A menudo, sienten el dolor del mundo en sí mismos. En esos momentos, se reúnen en oración y aprovechan las elevadas fuerzas y aletean sus manos llenas de luz, bajo el comando del corazón. Y saben que sólo el Gran Sanador conoce lo que hay en sus mentes y almas. Son conscientes de que, mediante el perfeccionamiento de los demás su Karma se disuelve en la luz. Mejorando a los hombres, ellos también se mejoran, y todo el mundo crece. Siempre agradecen a los ángeles de la sanación, por la inspiración de su trabajo. Y dicen, felices: "Señor, nada es mío, todo es tuyo. Incluso yo! Ellos son sanadores y agentes de sanación interdimensional. Están encarnados, pero son estrellas. Sanadores invisibles de los hombres, del Espíritu y de ellos también. Ellos son de la Luz! Traducción: Ángeles Rodeiro