MAESTRA DE REIKI. MUNAY KI. MEMORIA CELULAR. LECTORA DE ARCHIVOS AKASHICOS. SANACIÓN MAGNIFICADA KWAN YIN.
martes, 19 de mayo de 2015
EL VICTIMISMO
“El victimismo es extremadamente pernicioso. La persona que actúa en esta máscara cree que es muy pura. No entiende por qué Dios es tan malo con ella. La víctima intenta dominar al otro a través de la idea de que ella no da abasto con la vida, de que es impotente y frágil. Pero lo que ella quiere es manipular al otro: "O lo haces a mi manera o me mato, tomo veneno, salto por la ventana." Y a veces incluso hasta lo hace. Pero entienda que ésta es una estrategia, una forma de manipulación. La víctima se arrastra en el piso, se arranca los pelos, pero este teatro es con la intención de dominar al otro”.
Sri Prem Bab
QUE ES PERDONAR
1.- ¿Qué es perdonar?
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua:
Perdonar es, entre otras cosas:
a.- Remitir la deuda, ofensa, falta, delito u otra cosa el
perjudicado por ello.
b.- Exceptuar a uno de lo que comúnmente se hace con
todos o eximirlo de la obligación que tiene.
c.- Renunciar a un derecho, goce o disfrute.
Está claro que, como hoy nos vamos a referir al aspecto
moral de la acción de perdonar, nuestra definición es la primera:
“Remitir la deuda, ofensa, falta, delito u otra cosa el
perjudicado por ello.”
Y, en base a esa definición, el diccionario llama “perdón” a:
a.- La acción de perdonar.
b.- La remisión de la pena merecida, de la ofensa
recibida o de alguna deuda u obligación pendiente.
c.- Indulgencia, remisión de los pecados.
Si descomponemos la palabra perdón en sus partes
integrantes, nos encontraremos con que:
el prefijo “per” significa “máximo”, “superior”, y
el sustantivo “don” significa “regalo”.
Así que, etimológicamente, al perdonar, hacemos un
gran regalo, tanto al otro como a nosotros mismos. Y resto nos
indica que los antiguos ya tenían bastante claro el tema del
perdón.
2.- Los grandes pensadores, como es lógico, se han
pronunciado sobre el perdón, enfocándolo desde distintos
ángulos. Vamos a reproducir algunos de sus conceptos:
“Un hombre bueno no sólo debe perdonar, sino
también desear el bien a su enemigo, de igual manera que el
árbol del sándalo, una vez abatido, baña con su perfume el hierro
que lo hirió.” (Ania, antiguo libro indio).
“Perdonar a nuestros enemigos constituye una
bellísima manera de vengarnos, a la vez que un rápido triunfo,
conquistado sin apelar a la violencia.” (T Browne, Christian
morals).
“Es cosa corriente que quienes se perdonan
demasiado a sí mismos son más rigurosos con los demás.” (San
Francisco de Sales, Introduction à la vie dévote).
“Los beneficios deben escribirse en bronce y las
injurias en el aire.” (Galileo Galilei, Opere, IX, 198).
“No osamos volver a ofender más a quienes perdonan
siempre.” (D’Houdetot Dix épines pour une fleur).
“La indulgencia es una parte de la justicia.· (J.
Joubert, Pensées).
“Sus muchos pecados son perdonados porque amó
mucho.” (San Lucas, Evangelio 7:47).
“El perdón nace del alma generosa.” (Maquiavelo,
Pensieri XI, 7).
“El perdón nos sitúa por encima de los que nos
insultan.” (Napoleón, Pensées).
“El ofendido perdona, pero nunca lo hace el ofensor.” (F.
Pananti, Avventure e osservazioni, II).
“Perdonando una ofensa se puede convertir en amigo
a un enemigo y, a un perverso, reducirlo a un hombre de nobles
sentimientos. ¡Cuán consolador y hermoso es este triunfo y
cuánto supera en grandeza a todas las horribles victorias de la
venganza!” (Silvio Pellico, Doveri degli uomini, XIII).
“Es humano equivocarse, pero también es humano
perdonar.” (Plauto, Mercator II, 2, 43).
“Perdona a quien da un paso en falso. Piensa que
también tú tienes pies y puedes tropezar.”(Rückert, Weisheit des
Brahmanen, 24).
“Perdona siempre a los demás, pero no a ti mismo.”
(Séneca, De moribus).
“Solamente los espíritus valerosos saben la manera de
perdonar. Un ser vil no perdona nunca. No está en su
naturaleza.” (Sterne, Sermons, 12).
“Dios ama a tres clases de hombres: al que no se
enoja, al que no renuncia a su libertad y al que no guarda
rencor.” (Talmud, Pesachim, 113).
“El que se venga después de la victoria es indigno de
vencer.”(Voltaire, Saul, 1,2).
“El necio aplica todas sus energías a la venganza; el
perdón es la venganza de la sabiduría.” (Ch. Wernicke,
Überschriften).
3.- El refranero ha sido también pródigo en adagios sobre
el perdón, aunque, como todos sabemos, matizados siempre con
la sorna y la ironía que los caracteriza. He aquí algunos ejemplos:
- Paga el tiro con el tiro y el palo con el palo.
- Perdonar al malo es dar al bueno un palo.
- Porque un borrico te dé una coz, ¿vas tú a darle dos?
- El perdón sobra donde el yerro falta.
4.- También yo he plasmado por escrito numerosos
pensamientos sobre el perdón, de los que valdría la pena
rememorar algunos:
- Cuando perdonas un daño, tu vida se alarga un año.
- Si no perdonas es que no has entendido nada.
- El perdón nos enriquece por dentro y por fuera.
- Confía en los hombres que saben perdonar.
- El vengativo está a años luz del amor y, por tanto,
de Dios.
- El que perdona es que ama. Y, si ama, merece ser
amado.
- ¿Es que tú no te equivocas nunca?
- Véngate no vengándote.
- Si quieres estar sano, perdona a los demás.
- El perdón extrae la desazón del plexo solar y la
deposita en el corazón convertida en paz.
- El perdón no es cosa de la cabeza, sino del corazón.
5.- Con esto tenemos ya una idea, por lo menos gramatical,
literaria y consuetudinaria, de lo que es el perdón. Pero nosotros,
como estudiosos de la parte oculta de la religión cristiana y como
filósofos, no nos podemos quedar ahí. Hemos de seguir
profundizando para alcanzar un concepto más exacto porque, sólo
si se tienen las ideas claras se pueden luego utilizar
correctamente.
Y, como he dicho, nos queremos centrar en el aspecto ético
o moral del perdón.
Vamos, pues, a pensar o, mejor dicho, a filosofar:
Tras ver lo que se entiende por perdón, la primera
pregunta que se nos ocurre es ésta:
6.- ¿Qué presupone el perdón? A poco que reflexionemos,
descubriremos que hacen falta cuatro elementos indispensables:
La ofensa, el ofendido, el ofensor y la intención de éste.
7.- ¿Y qué es la ofensa? Está claro que la ofensa no es el
ofensor, sino la consecuencia de cierta actuación de éste.
Si yo dirijo a otro ciertas palabras, ¿qués es lo que, en
realidad, estoy haciendo? Un acto. Pero, ¿un acto bueno o un acto
malo? Y aquí sale al paso una nueva pregunta: ¿Es que hay actos
buenos y actos malos per-se? Shakespeare dice :”No hay actos
buenos ni actos malos. Es el pensamiento el que los hace así”. A
poco que pensemos, llegaremos a la conclusión de que un acto no
es ni bueno ni malo en sí. No está en su naturaleza ser bueno ni
ser malo. Es siempre aséptico. ¿Entonces? Nos falta algo. Algún
elemento que haga que la acción de pronunciar esas palabras
resulte buena o resulte mala. Y ¿cuál es ese elemento
imprescindible? La intención, no cabe duda. Si yo golpeo a
alguien sin querer, nadie pensará que lo he ofendido, aunque el
acto sea el mismo que cuando quiera ofenderlo. Es, pues, mi
intención de ofender o de dañar o humillar lo que hace que mi
acto sea o no reprobable, por alterar o no la armonía anterior a
su producción.
Pero, sigamos pensando: Si lo que hace que mi acto resulte
ofensivo es mi intención de ofender, no cabe duda de que el que
se ofenda con mi acción debe conocerla. Porque, si no la conoce,
si no sabe cuál era mi intención, no tendrá ningún motivo para
ofenderse. Y eso, mi intención, es algo que realmente, ni el
ofendido ni nadie conocerá nunca. Es decir, que habrá de
imaginarla o suponerla. En efecto:
Si yo dirijo esas palabras a alguien y no me oye, el otro no
se ofenderá. En cambio, si me oye, tanto si no ha habido mala
intención por mi parte pero me la atribuye, como si la ha habido y
me la atribuye también, él se ofenderá. Pero en ambos casos mi
acción habrá sido la misma. ¿Dónde está, pues, la ofensa?¿Qué es
lo que el otro me ha de perdonar? ¿Mi intención verdadera, que él
no conoce ni conocerá nunca, o la que él me atribuye?
Indudablemente, ésta última. Y, ¿resulta lógico que él me tenga
que perdonar a mí algo que él me atribuye? Porque, de quién es
esa atribución? Del ofendido. Luego, el perdón consiste sólo,
desde el punto de vista del ofendido, en tener por inexistente la
intención que él mismo adjudicó al ofensor.
¿Y ocurrirá igual con cualquier otro acto? Por supuesto.
Siempre. El ofendido, para perdonar, no hace sino borrar su
propia actuación y no la del ofensor.
Imaginemos, para comprobarlo, que alguien me dispara un
tiro y me hiere. Objetivamente, en el mundo físico, es un acto con
su correspondiente consecuencia. Pero en el mundo del deseo
habrá necesariamente una intención, porque en la génesis de todo
acto voluntario está antes la intención que la acción. Y la
intención es el deseo de producir en otro ser u objeto algún efecto
con nuestra acción.
Pero, en base a lo antes visto, ¿yo podré declararme
ofendido por el que me disparó? Porque, puede que tuviera
intención de herirme o, incluso, de matarme, pero yo nunca lo
sabré. Puede que, antes de disparar, me dijese que me iba a matar,
en cuyo caso tendré más datos para sentirme ofendido. Pero ¿y si
el otro hablaba en broma? ¿O si se sentía amenazado por mí y,
simplemente, se defendió? ¿O si pretendió sólo asustarme y se le
disparó el arma? ¿O si, sencillamente, estaba loco? Son supuestos
distintos, aunque la acción y su consecuencia son las mismas.
Sólo varía la intención del otro, que yo no conozco ni conoceré
nunca, sino que le atribuyo en base a los datos que tengo. Y en
todos los casos me sentiré igualmente ofendido, lo cual no es
justo.
El resultado de toda esta disquisición es que yo sólo podré
perdonar la intención que yo mismo he imaginado y atribuido
al otro. Y, consecuentemente, lo único que puedo hacer es
perdonarme a mí mismo por esa atribución de intenciones,
porque ésa sí que la conozco.
¿Y qué ocurre cuando alguien me dice: “fulano cuenta esto
y aquello de ti” y yo me siento ofendido, dando por buenas las
intenciones que el “correveidile” atribuye al otro? Pues ocurre lo
mismo: que yo me ofendo por la atribución que hago al presunto
ofensor de una intención dañosa en contra mía y cuyas palabras ni
siquiera he escuchado. ¿Qué tendré, pues, que perdonarle al
ofensor? Su mala intención, si la tuvo. Pero tendré que
perdonarme a mí mismo la atribución de intención que le he
hecho.
8.- ¿Quién ha de perdonar, a quién y qué? El ofensor, si
no tuvo mala intención, tendrá que perdonar al ofendido la
imputación que le hizo de tenerla. Y, a sí mismo, la mala
intención, si la tuvo. Y el ofendido deberá perdonar al ofensor la
mala intención, por si la tuvo, cosa que él nunca sabrá. Y, además,
deberá perdonarse a sí mismo la imputación de mala intención al
ofensor.
No se perdonan, pues, las consecuencias, sino las
por Francisco-Manuel Nácher
Suscribirse a:
Entradas (Atom)